Las erupciones solares y las nuevas monjas mártires

Lunes 20 de julio de 2015. El mundo sigue su viaje rotatorio y traslatorio mientras el Sol es pasto de exuberantes y temibles erupciones que sin embargo no deshacen al astro embolado. Nosotros, pasajeros involuntarios e imposibles desertores de esta esfera abrupta donde nos encontramos, húmeda y candente, adornada de hielo en sus extremos más evidentes, hoy tampoco hemos pensado en nuestro gigantesco vehículo, aquí donde comemos y nos desbebemos en el contexto de la galaxia. Por el contrario, nos sumergimos en los valores de nuestra tensión arterial; en nuestro libro de turno que a veces nos hace sentir orgullosos de la imaginación humana por lo que nos hace vivir y soñar; en nuestro penoso trayecto hasta y desde el trabajo -si es que lo tenemos- que nos procura el metálico sustento; y pensamos, si la cosa tuvo el suficiente peso, en la discusión de anoche, quizás en el amor que ayer vimos correspondido y con placer regalamos, o en nuestro comportamiento, que es siempre pasado y casi nunca ejemplar, o cuando menos olvidado en su intrascendencia.

Y por fin la página de ese periódico olvidado sobre el asiento que me aparta de las erupciones solares tan grandiosas que no podemos mirarlas de frente, y veo sus sonrisa sardónicas e irritantes: la de esos seres que nos invitan a perseguir sus propios deseos junto a los sacerdotes y monjas de su particular creencia, acólitos que también sonríen y acrecientan como sin quererlo sus famas y sus riquezas, adornados siempre claro de banderas y de palabras malolientes por el abuso en su uso.

Prometo que sólo quería hablar del Sol y de la Tierra, pero este asteroide en forma de periódico ha desviado mi trayectoria y me ha hecho caer a este valle de lágrimas para encontrarme con estos especímenes que se sueñan estatua y a nosotros cadáveres o zombis (según la moda cinematográfica) que depositaríamos ofrendas florales los onces de septiembre para su gloria, como esos grandes catalanes que ellos admiran y de los que se sirven para modelar su Historia oficial, que se sacrificaron y murieron por todos nosotros; a eso aspiran estas nuevas monjas mártires. Quizás deberíamos regalarles cilicios, en estuche de plástico cuatribarrado, claro, por ver si con eso se conformaban y nos dejaban en paz preocupándonos de nuestras propias vidas y de la justicia que ansiamos, contemplando el Sol y la Tierra mientras vamos al trabajo o aspiramos a tenerlo. Deberían saber que el sufrimiento puede ser libre y generoso si sólo se lo administra uno sin tangar a los demás convenciéndonos de que es la tarifa necesaria para lograr el paraiso en la Tierra, pero es que sufrimiento es ya este chunda chunda que nos infringen el gran President y sus adláteres, con sus coros y danzas y su NODO posmoderno, un poco ya trasnochado, pero que seguimos pagando todos.

Que el verdadero Dios Sol nos pille confesados, pues ellos no tendrán salvación ante la gran erupción solar que volatilizará su bandera. Déjennos a los demás pues, extasiarnos ante la luz del sol en las laderas de las montañas o las paredes ajadas de los edificios, pues esta belleza temporal adorna nuestro camino y con ella gozamos, y formen ustedes una comuna independiente en cualquier pueblo abandonado para dar rienda suelta a sus pasiones, pero por favor, déjennos en paz, líbrennos de esta matraca a los que no comulgamos con sus pasiones, evítennos más sufrimientos, que estos podría ser que fueran más en serio.

El carro

Las responsabilidades inherentes al cargo de presidente de la Generalitat de Cataluña se despegan de su piel azul brillante, que muta a gris después, como un camaleón que, ahora ya, invisible a los ciudadanos, evita cualquier cuestionamiento sobre sus actos que, en buen entendimiento, comporta decidir en qué gastar y no gastar el dinero del que dispone, y explicar por qué ha gastado mucho más de lo que tiene, o por qué en conceptos que van más allá de la necesidad pública, y por qué, dado los tiempos que han corrido y corren, no ha anulado aquellos que pudieran ser prescindibles, cuando aún estaba a tiempo de poder hacerlo. Cualquier padre o madre de familia responsable sabe amoldar sus gastos a lo los ingresos, sean magros o incontables.  Pero él y los suyos, no, pues piensan que “su país”, y ellos “, se lo merecen;  todo sea por la construcción nacional.

Mas y los suyos no sacrificarán las necesidades de su casta  (esa a la que pertenece y que se esconde dentro de tanta unanimidad “tranversal” en pos de la soberanía “nacional”, como si las clases sociales ya no existiesen). Sabe recurrir, como todos los acólitos de la catalanidad y la nación,  a las grandes palabras pronunciadas con exagerada seriedad,  y por supuesto a la incomprensión ya la maldad de la pérfida España, donde Madrid es su profeta,  y a la falta de amor del resto de los españoles (de España, según el canon nacionalista). Es verdad que no son argucias de persona honesta, pero su discurso es fácil y transitado, de garantizado aplauso, sobre todo si es convenientemente amplificado, pues nubla la consciencia y la inteligencia, y le garantiza llevar a los ciudadanos ciegos o tuertos, pero apelotonados en la golosa miel que suelda el “nosotros” al puerto adecuado, allí donde no hace frío, donde se reconoce “nuestro” esfuerzo…de decir lo que los “nuestros” dicen, de llevar también la misma bandera, de reconocerse ante el pérfido enemigo, de saber que digan lo que digan siempre estará bien dicho si está dentro de “nuestro” ideario tácitamente aceptado,  y que no podrá ser contestado, no sólo porque la fe no es discutible, sino porque a quien se atreva a disentir será porque se trata de un pepero, de un fascista, o mejor, de un español.

Estos nacionales han comenzado a asumir que van a pasar a los libros de historia, no importa a costa de qué o de quién, pues el ego humano no tiene límites, siempre ha sido así: un gran vigía guía al pueblo  y un grupo creciente  le arropa, en el mejor lugar para hacerlo, a la espera de poseer los cielos de la nación si el éxito les acompaña, tratando mientras de conseguir todos los méritos posibles, por encima de las frustraciones y otros dramas que puedan padecer sus ciudadanos, aun siendo evidente, a ojos claros de hoy, lo innecesario de su aventura.

Esta ha sido una exitosa y grosera campaña de muy largo recorrido animada, antes como el que no quiere la cosa, y ahora ya sin disimulos, por “tevetres”, y algunas asociaciones receptoras o candidatas a la Creu de Sant Jordi por su contribución a la Patria, que tuvo su jalón histórico en la gran manifestación, de la cual “la Vanguardia”, adherida al nuevo carro, vende un DVD, también tildado de histórico. Y es que el carro empieza a ser muy grande, tanto como para que pocos de los que son acarreados sean capaces de replantearse ya el destino del vehículo ni a quienes tiran del mismo, cogiendo velocidad calle abajo,  de tal manera que, cuando se les pregunta, la unanimidad de sus respuestas suenan a mensaje rancio,  casi militarizado: no se emiten dudas ante los tuyos, pues cualquier duda puede considerarse traición, sé no una contribución al desánimo.

Proliferan las banderas independentistas en los balcones y el sentimiento desbordado de que se vive una nueva época se advierte en algunas personas. El rigor histórico pasa a un segundo, tercero o cuarto plano, se va derritiendo como el hielo de los Polos, o se sustituye por el pretendido rigor de las palabras manidas que se quieren científicas y contribuyen a la extensión de la fe antes descrita,  desaparece poco a poco la libertad de disentir, de momento no por presiones directas sino por miedo a ser malinterpretado. Pero la realidad es que hay mucha gente que cada vez pronuncia con mayor desparpajo la palabra independencia, y esta ligereza inexplicable es preocupante, pero más la inexistencia de discursos  que se opongan de forma correcta y bien argumentada a esta corriente y que sea capaz de romper el cerco, los prejuicios y el miedo a quedar marginado. Parece como si la oposición al nacionalismo desbordado sólo fuese la de las palabras trilladas y malintencionadas que al final sólo provocan el aumento de los que, sin escuchar otra cosa, se apuntan a ese carro acelerado; la labor debe ser paciente, firme, pero clara, instructiva y desenmascaradora. Hay que evitar que el odio y la ignorancia se desaten, (todavía estamos aquí)  tampoco en el campo de los que ahora en el resto de España no entienden muy bien lo que aquí pasa, pues si no, el problema será serio. Sólo la razón y el sosiego puede evitar tamaño desvarío.

¿Por qué me duele tanto este asunto? Quizás porque observo, los mismos signos de la intransigencia en Cataluña que a veces he observado en ciertos ambientes madrileños,  de distinto signo, aunque aquí ahora  in crescendo.  Pero quizás sobre todo por la propia Historia de España, donde vuelven a resucitar problemas que no parecen nunca poder resolverse de manera adecuada. Y en las consecuencias personales, claro.

Debemos pararnos a pensar y ser  nosotros,(aquí los individuos  libres). No nos resignemos  a formar parte de un grupo acarreado dentro del cual creemos ser libres sólo porque sonreímos a los que dicen lo mismo que nosotros al mismo tiempo que nos sonríen, haciéndonos creer muy importantes. Esto no es un desfogue como cuando uno va a un concierto de rock y se desfonda bailando escuchando la música que más le gusta para volver a casa después y dormir agotado. Las consecuencias y la realidad son otras, y los timoneles  lo saben, por eso nos engañan para que no les veamos las entrañas.

Hagamos un esfuerzo, ¡Desenmascaremos a los que se aprovechan del “Nosotros”!

El Roto, en El País, 2-9-2012

Estat espanyol

Reconozco que hojear periódicos como El Punt-Avui o similares producen un movimiento de mi bilis; la malababa puede ser contagiosa por más que uno se duche tres veces seguidas con Mousel , Mousel de Legrain, París. Hoy, cuando he ido a tomar café solo podía elegir entre El Mundo Deportivo y El Punt-Avui, así que, no había color, he escogido éste último. Sus lectores tienen la suerte de que siempre tendrán resueltas las soluciones de sus crucigramas vitales, el culpable siempre es España, y Madrid es su profeta. Una vez leído el panfleto, ya pueden irse a contarle a los de su Tercio la buena nueva.

Lo malo de este periódico es que se me acaba antes que el café, perdido hace años mi interés sociológico por descifrar que mueve a quienes lo escribe y leen, y los motivos que les inspiran. Menos mal que en su penúltima página por fin me he réido al saber de la nacionalidad de una película:

Pel·licules d’avuiLa 2 / 22:05“Las niñas de hojalata”

Estat espanyol, 72’Gènere:

DocumentalDirecció: Miguel Bardem

Es de reconocer el sacrificio de los redactores para evitar los nombres prohibidos por el libro de estilo del diario, (¿Aprenderían con El Alcazar, La Razón?). Parece que hacer el ridículo es secundario, si bien siempre serán absueltos por sus incondicionales.

¡Quien me manda tener curiosidades tan exóticas, si podía haberme tomado el café reflexionando sobre, tal vez mi sentimiento de pertenencia! ¿A qué? …buena pregunta.

Barça, no hay nada más

Crisis, acampadas, sol, frío de nuevo, lluvia, y de nuevo sol, y ahora nubes negras, pero fútbol, más fútbol, Barça, más Barça, brutalidad policial para dejar la plaza de Cataluña a los nuestros y echar a tanto guarro que nunca nos votará, pero eso son noticias pasadas, ahora lo son las banderas del fútbol en los balcones, y también las de la patria, la nostra claro, con estrella y sin ella, en los mismos balcones, como en el Corpus, pero en Barça, en Cataluña.

Los legionarios de la conquista balompédica hacen del autobús publicitario donde viajan, su arco de triunfo, y mientras, beben cerveza y cava. A su paso las masas gritan, se disfrazan, los padres llevan a sus hijos de la mano a bautizarlos en la nueva religión obligatoria, ¿cómo negarse?, compran camisetas, “compre, compre”, como decía Cucharada. Una vez la masa uniformada y perdido el decoro cualquier cosa es posible, la crisis dejó de existir y la felicidad inundó las almas. Los nuevos creyentes creyeron entonces sentirse iguales ante su gran manto: blancos (de piel), negros, cobrizos y amarillos, ricos, pobres, igualados por los colores de una misma camiseta. La democracia verdadera, no la que pregonan los de “Democracia real, ya”, no la que nos obliga a ir al colegio a votar. Ésta es la verdadera justicia, creyeron, el fin de las clases sociales bajo un manto azulgrana, como un nuevo cristianismo, ahora sí, el fin del marxismo y de la lucha de clases. Todos igualados por los cantos, tan diferentes sin embargo a los que en su error decidieron vestirse de blanco, como no podríamos serlo, ante semejantes horteras, nosotros, por Dios y por Messi, nosotros somos los elegidos, y vestimos la camiseta más bella del Emirato de Qatar. ¿Que se han creído?, ¿quiénes? Pues los que adoran al horrible monstruo a quien Dios guarde muchos años, Mou el necesario que acrecienta nuestros odios.

Este año también dormimos en el olimpo de los elegidos, y te obsequiamos, ¡Oh rey honorable de nuestra patria, príncipe de la nostra, conde del nostre, jefe de nosaltres, barbilla displicente, que en la noche oscura vistes corona y manto de armiño del color de las banderas de los balcones! A ti, el nuestro, digo, te obsequiamos este triunfo mientras te miras en el espejo y un tropel de castellers untados con pancontomate te rinden homenaje en ceremonia retransmitida por la televisión obligatoria para entrar en el reino cuatribarrado de los cielos. Y mientras la hortera marea que quisiera soñarse Dolcegabanna, por la calle se desparrama, la nación gana, y galopándola los nacionales de la cosa babean y se ciscan por lo bajo en esos súbditos allá abajo que tuercen el gesto pero poco, pues les han regalado un pack con dos banderas, una azulgrana y una señera, un bocadillo de butifarra en pan con tomate, y los nuevos mandamientos para ser un buen nativo aunque no lo seas ni nunca lo vayas a ser, ni falta que te va a hacer.

El sentido común se escondió bajo un banco de la plaza de Cataluña, primero dudó en hacerse como todos con una bufanda ganadora, pero luego optó por dormir con los acampados, pues al menos eran más reacios a manipular banderas.

El mundo va deprisa en las últimas fechas, por no haber no hay ni sol, y ahora hablamos de pepinos envenenados. Todo es cada vez más extraño, pero mientras sigamos triunfando en el césped el arrollador devenir de los tiempos nos respetará.

Simbología y seguidismo después de un Real Madrid-Barça

¿Dónde está el hombre que pensaba y no se dejaba influir por las emociones bajas, pues tenía o luchaba por tener claro lo que era importante? ¿Cuando decidimos abandonar La Biblia por el Mundo Deportivo o el Marca como si uno sustituyera al otro pasando conscientes por alto los  millones de libros que sin lugar a duda nos harían ser otros?

Hay emociones excelsas, diría que necesarias: el amor, el arte, incluso, concedo, ciertas formas de deporte. Vivimos tiempos en los que prima lo fácil, lo que enseguida nos colma, lo que nos reafirma por hazañas interpuestas. Y en este ánimo, cuán bien nos sentimos cuando nos codeamos con los que creemos iguales porque gritan igual que nosotros sin resquicio de dudas y sin misericordia.

¡Ya!, ya se que hay peores lacras en el mundo, pero cuanto contribuyen algunas a anunciar el verdadero rostro de algunos seres humanos, como la victoria o la derrota de los héroes que muestran quienes de verdad somos cuando ni siquiera somos nosotros los que jugamos.

Una chica hoy en el metro, con su camiseta del Barça, como miles que deambulaban exhibiéndose sin complejos por la ciudad, hablaba del «hijo de puta de Mou» con una soltura y un desdén bien conseguidos, y sus compañeros -parecían universitarios- se reían de su “fina” ocurrencia. Los medios de comunicación que colaboran fieles con los vencedores  educan para el desdén y la mofa hacia el derrotado, como siempre hacen (es además el Madrid, símbolo de tantas cosas para ellos), los de los derrotados hablaran de victimismo y de las malas artes del ganador, (es además el Barça, símbolo de otras tantas para los otros) y los odios serán parecidos. Algunos dicen que estas dedicaciones aflojan la tensión de cosas más importantes, pero yo diría que lo verdaderamente importante hoy es esto, y que las cosas realmente importantes, hoy ya van de la mano de las que creíamos secundarias, en un pack cada vez más grande.

¡Es que nosotros somos diferentes, oiga!

Que curioso es todo, que diferentes las cosas, las personas, pero que iguales los autobuses que nos llevan y los cuerpos blancos, morenos o negros. Que diferente la evolución y el desarrollo de las costumbres, de la solución de los problemas, pero que iguales las preocupaciones por el trabajo, el pan, los hijos, la dicha, la guerra o la violencia. Que diferentes las banderas, y sin embargo, que limitadas e iguales todas, siempre rectangulares, con colores elegidos de una dada gama que de forma distinta se combinan. Que diferentes los pueblos y ciudades, pero que iguales las ratas y las líneas del asfalto de las calles. Que diferentes los fríos y los calores secos o húmedos, pero que iguales las camisetas de manga corta y las pellizas. Que diferentes nuestros sufrimientos y placeres, pero que parecidos nuestros dolores de muelas, nuestras decepciones personales, nuestros enamoramientos. Que diferentes nuestros wáteres pero que iguales nuestros acuclillamientos en la taza o sin ella. Que diferentes nuestras salsas, pero que iguales nuestras formas de mojar el pan en los platos. Que diferentes nuestras patrias, pero que iguales nuestros líderes que nos engañan y nos distraen de nuestros dolores, de nuestros amores y de nuestras salsas.

Malditos aquellos que priman las diferencias para agrandarlas enterrando todo lo que nos iguala aún siendo tan distintos, sólo por avaricia, por ansias de poder y por demostrar que son los más patriotas luchadores de su diferente tierra que también forma barro cuando se moja, los odio.

La laguna negra del pesimismo no es hermosa como la de los Picos de Urbión

Los datos y las noticias  sobre la actualidad internacional, nacional, autonómica o local forman una masa que se amontona y se apreta sobre el embudo de nuestro entendimiento hasta el punto de pudrirse y destilar las gotas que alimentan nuestro ánimo, siempre, salvo algunas que nos reconcilian con el individuo, van a parar a la laguna de negro pesimismo que se aloja en el fondo de nuestro estómago, donde con el bamboleo de nuestros pasos nos recuerda con dolores su existencia.

El mundo sigue igual que siempre, si a comportamientos humanos se refiere, somos esclavos de las mismas miserias, de los mismos errores, también de las mismas grandezas.

Haré, sin pensarlo mucho, porque no es necesario bucear mucho en la laguna para encontrarlos, una pequeña lista de hechos que corroboran mi percepción:

1. El mundo está tan superpoblado que además del agobio de encontrarnos con tanta gente por nuestras aceras, es difícil no pensar en que dentro de no muy poco tiempo no habrá suficiente especio ni recursos para que estemos, nos desplacemos y nos alimentemos todos en la Tierra.

2. La injusticia sigue vigente, aunque quizás nunca ha sido tan evidente si miramos la diferencia que existe entre la magnitud de lo que posee un sector muy pequeño de la sociedad mundial y lo poco que posee la inmensa mayoría de los habitantes de un mundo nunca tan poblado.

3. No se si volverá a haber guerras como las de antaño, no lo creo, pero la desesperación de miles de individuos por si solos u organizados bajo las siglas más interesadas, hostigará de mil maneras a aquellos que envidian y a todos lo que les rechazan, y con ellos iremos el resto, pues sin duda seremos todos quienes lo paguemos.

4. Los bancos amenazan que si no aumentan o mantienen sus ganancias arrastraran a la economía y por tanto al mundo en su caída. Los parados se quejan pero no pueden amenazar más que a unos pocos, casi siempre a sus más cercanos. Los estados no muestran su impotencia a las claras, si no que se dejan llevar y hacen caso a los bancos y a las grandes empresas, y sobre todo a otros estados más poderosos.

5. Los particularismos y las mentiras se extienden por la vida política, y en el caso de la española, nacional o autonómica, con excepcional dedicación. Ya nunca viviremos en un país donde lo importante sea vivir, sino discutir sobre como queremos vivir y algunos sobre lo diferentes que son a sus vecinos autonómicos, lo cual es evidentemente materia celestial y cuestión de fe, y que nos resta todo el tiempo necesario para la vida normal, para disfrute de los teóricos que construyen naciones y basan en esto la felicidad soñada que tan ciegos, sin saberlo o interesadamente, no ven que ya la tiene delante. Los españolitos, o perdón, los ciudadanos autonómicos, perplejos, o no avisados, o se dedican a cultivar tomates o se lo creen tanto como los embusteros que los jalean para participar en sus quimeras, y así estamos, sumergiéndonos en el disparate en el que muchos preclaros con gusto bucean.

6. Y finalmente una de grandeza. María es una chica sincera que de chiripa ha sorteado los cantos de sirena y las zancadillas de los bocazas en su caminar diario. Es una chica normal que no destaca especialmente, pero que sonríe como a lo largo de toda su vida ha hecho, y esa sonrisa que es su fuerza es la que me hace tener esperanza de que a pesar de todo hay personas  de naturaleza optimistas que pueden empujarnos al resto y nos hace olvidar a los memos y a sus razones embusteras. Por que algo me dice que cuando su sonrisa se extiende por las habitaciones de las casas y por las calles, que ni los políticos ladrones, ni los banqueros en su blindada nube, ni los gobernantes inútiles, ni las naciones sin estado que se inventen mañana, ni los bobos que se creen lo mejor del mundo, ni Al-Queda o  sus compañeros de métodos defensores de otras etnias o religiones podrán con esta sonrisa ni con mujeres como ella, pues aunque aquellos ganen, nos maten o nos hieran, siempre habrá una sonrisa como la de ella para mostrarnos que sigue habiendo personas que sin saberlo diariamente nos redimen y que, a la vez, engrandecen la especie humana, aunque sean sólo momentos.

El 12 de octubre

Ayer hubo un desfile militar en Madrid para celebrar la fiesta nacional del 12 de octubre. Cuando hacía el bachillerato, yo tenía un compañero cuyo padre era militar en la base de Torrejón y con el que fuí un día de desfile, que entonces llevaba el desgraciado nombre de la Victoria, a ver salir los cazas de Torrejón, que sólo cinco minutos después pasarían en formación por la Castellana. Era todo un espectáculo, pero yo entonces quería ser piloto de aviones, ahora ya creo que nunca lo seré, y pensándolo bien, tampoco me importa mucho, bueno, un poco.

Hace mucho que no veo algo tan aburrido como un desfile militar –visto uno visto todos-, pero parece que al desfile del 12 de octubre va gente de todo tipo, aunque últimamente se ha convertido en un lugar donde los fachas aprovechan para hacerse notar con el objeto de insultar a Zapatero y sus ministros, es decir, una tradición fachosa. Por otro lado, la propia fiesta es muy criticada por la izquierda que se dice más auténtica, porque dicen celebra un genocidio, también por independentistas de todas las Españas que dicen que es una fiesta nacional ajena a su “nación”, e incluso por falangistas de variado apellido que aprovechan para manifestarse por “su España auténtica y perdida”.

Decir sin embargo que el doce de octubre se ha convertido más en un problema que en una celebración, es falso, pues la mayoría de la población, excepto una multitud de zaragozanos que celebran el Pilar, pasa de ella, agradece, cómo en cualquier fiesta católica o pagana de las que se celebran durante el año, que ese día no sea laborable. Así que nos encontramos con que la fiesta del 12 de octubre sólo es celebrada por los izquierdistas más auténticos, por los más independientistas de cada territorio y por las reservas de fachas con bandera aquiluchal que quedan en cada lugar.

Esta celebración de la fiesta nacional de España a mi me parece curiosa e incluso me alegra, pues muestra como el llamado nacionalismo español es más una cuestión de sus opositores que son los que la revisten de contenido, que un sentimiento articulado y comparable al de los nacionalismos bien organizados de los territorios de las Españas, pero con el que actúan en involuntaria pero necesaria amalgama. Mientras, unos, si pueden, se van de puente, los que no, pues se cagan en todo si le pasan los aviones del desfile por encima de su cabeza, y otros, pues felicitán a su amiga o su prima que se llama Pilar.

Iba a escribir de futbol

Iba a escribir sobre las celebraciones futbolísticas de estos días en los que,  mira tu por donde, el Barça ha ganado tres copas, o así. Iba a hablar de la épica, de las masas, de su utilización política, de su utilización mediática, de la omnipresencia del fútbol, de la adscripción obligatoria por omisión a un equipo o pensamiento si no te manifiestas a favor del que te pregunta, es decir:
– ¿Eres del Barça?
– No.
– O sea que eres del Madrid.
– No yo soy de Marte, me repelen las neuronas que producen en ti esas preguntas y no hablaré un segundo más de tamaño despropósito.
– ¿Entonces eres del Español?
– …
– ¿Del Valencia?
– …tengo caca.

Es algo así como cuando un nacionalista te dice que si no eres nacionalista catalán, por defecto eres nacionalista español, como diciendo:

– Si me jodo yo nos jodemos todos, listillo.

Y ante tamaño desparpajo a ver quien es el guapo que le dice:

– No, yo soy de Marte, me repelen tus neuronas cuatribarradas y además no seguiré hablando ni un segundo más de tamaño despropósito.
– ¿O sea que eres nacionalista marciano?
– …
– Ya se, eres del PP.
– … límpiate el culo tu solo, rico. (Por decir algo).
– Lo sabía, eres del PP.
– ¡…gensanta! (como diría Forges). Tengo caca.

Sobre esto iba a escribir pero he renunciado a ello, odio caer en tópicos fáciles o generalizaciones mentirosas. Creo que me falta la bacteria, perdón, la neurona del entusiasmo colectivo, que lo vamos a hacer, pero además es que no me apetece ahora devanarme los sesos para explicar los sentimientos y las sensaciones que me produce todo este fenómeno colectivo.

¿Qué hacer entonces? Pues hablar de amor, de sexo y de rock’n roll.
Y eso es lo que voy a hacer. ¿Lo voy a hacer? ¿No es todo lo mismo? Bueno, trataré de hablar de esto, veré hasta donde llego.

Si escucho determinadas canciones mi cabeza se completa con una espuma suave, medio oscura y medio blanca, medio caliente y medio fría que después envuelve mi cuerpo, nuestros cuerpos. La penumbra, siempre la penumbra donde la visito, donde la luz mate de su cuerpo se muestra como una constelación lejana y cercana al mismo tiempo que me captura en su campo gravitatorio y me condena a navegar por la eternidad de su cuerpo.

¿Y el rock’n roll? “Time waits for no one”. La escucho y me hace pensar, no por nada en concreto, es lo inexplicable de la música, tal vez porque también es un refugio que nos acoge, que nos enaltece, que nos excita, que nos tranquiliza, que nos acaricia, ¿no es eso amor en el recuerdo y en el deseo que provoca?, ¿no es eso sexo a la espera? ¿no le ponemos a las canciones que nos golpean un sujeto que se parece a quien queremos? Bien, es una forma de enriquecer nuestro tiempo, de estar cuando no se puede estar, de recorrer los misteriosos caminos no trillados que la vida nos regala, o para ser modesto, con los que nos encontramos, en los que creemos descubrir algo ignoto, nuestro, tan personal que nos creemos los únicos en llegar a este paraje inexplicable de lo sensorial. Y sin embargo, se que esto es un consuelo, bello pero un consuelo que no puede extenderse por mucho tiempo. La escritura se alimenta de miradas, carne, palabras, sudor, caminos, lunas, ríos, sonrisas, soles, lágrimas y pelos entre millones de cosas más, y eso son los elementos de la vida que nos hieren y acarician, así de tópico, también así de cierto, aunque solo existirán algunos que volverán blanco celestial el interior de nosotros por minutos, con suerte por horas, y muy excepcionalmente por días, y eso son muy pocos, escasos, como Odiseas que justifican nuestra paso por la vida.